El doctor Joaquim Valls nació en Barcelona en 1959. Es profesor de matemáticas, economista, especialista en Reeducación del Inconsciente mediante el Método Grafotransformador, periodista de radio y televisión, conferenciante, escritor y grafólogo. Es creador del Método Kimmon para la reeducación por la caligrafía. Recientemente ha publicado en Obelisco Maravillosa mente, Emocional mente y Ligeramente.
«No hay alumnos poco inteligentes sino profesores incompetentes».
Es un placer presentaros al Dr. Joaquim Valls. Ha escrito libros de gran éxito, todos enfocados a mejorar la vida y conseguir objetivos extraordinarios. Acaba de publicar Genial mente, obra polémica y revolucionaria. Se desmarca de los mitos y tópicos que rodean la enseñanza y defiende que todo el mundo es capaz de aprender y llegar a ser talentoso y creativo. Proporciona un sinfín de argumentos y declara: «Si tienes carné de conducir, ¡tú también puedes ser un genio!
Tiene en su haber cuatro superventas más: Buenos días y buena letra: cómo transformar la escritura para mejorar la vida; Buenas noches y buena suerte: cómo atraer la fortuna mientras duermes; Buena mente: conviértete en un líder como Pep Guardiola con el método Kimmon y Buena letra y buena vida: cómo escriben las personas de éxito.
¿Qué opina del sistema educativo actual?
Que no funciona, pero que aun acertando en el diagnóstico, nos hemos hecho un lío con las soluciones. Nos pensamos que es cuestión de ponerle más dinero, cuando en realidad se debe producir un cambio de paradigma. En Genial Mente apuesto por aplicar a la enseñanza los nuevos descubrimientos neurológicos y erradicar creencias erróneas. Debemos fijarnos en cómo aprenden, por ejemplo, a hablar y a andar los niños y las niñas antes de ir a la escuela, y cómo esta les aleja de sus estrategias de aprendizaje más efectivas, la repetición, la curiosidad, las ganas de explorar nuevas posibilidades y su enorme creatividad.
¿Es necesaria la autoridad en la enseñanza?
Es imprescindible si queremos que nuestros hijos e hijas se conviertan paradójicamente en personas libres, es decir, autónomas. Los niños y las niñas interiorizan la disciplina hasta sintetizarla en autodominio. Solo un ser capaz de gestionar adecuadamente su vida es realmente libre. Debemos educar a nuestros jóvenes como verdaderos líderes, al menos de sí mismos, si queremos apartarles de los peligros de la sociedad de consumo, y sobre todo, de las conductas de riesgo y de las adicciones.
¿Qué mitos y qué tópicos existen sobre la enseñanza?
El cociente de inteligencia es uno de los que rebato con más energía en Genial Mente. La inteligencia no nace: se hace (al menos en gran medida). Explico cómo una persona de puntuación mediocre en este tipo de test puede convertirse en una de las mejores de la clase, o incluso llegar a ser un fuera de serie en lo que le guste.
También enseño que para obtener un buen rendimiento académico es mucho más importante la técnica que el talento innato. Prometo que si se aplican las sencillas estrategias que explico enGenial Mente, y que he aprendido de alumnos ordinarios que obtuvieron calificaciones extraordinarias y he corroborado con mi experiencia y el acercamiento a investigaciones científicas, se puede estudiar al menos cuatro veces más deprisa de lo que lo hace un alumno medio.
Otro tópico que desmitifico en Genial Mente es que aprender de memoria es peor que aprender entendiéndolo. La repetición es la base del entrenamiento, hasta que conseguimos hacerlo de modo inconsciente. Es entonces cuando disponemos de un pensamiento rápido y eficaz. En lugar de aprender con el neocórtex, que es como se pretende conseguir en la escuela, hay que activar los ganglios basales, nuestro personal e intransferible piloto automático, porque entonces liberamos la corteza cerebral para racionalizarlo y, si lo deseamos, comprenderlo. Es seguramente la idea más sorprendente y provocadora del libro, pero también la que queda mejor acreditada.
¿Qué le diría usted a un alumno que se queja de su mala memoria?
Primero, que nadie tiene mala memoria. Es posible que ese chico o esa chica no consigan recordar la lección de historia, pero que lo sepa todo sobre motocicletas o de su grupo musical preferido. Muchas veces no es un problema de memoria sino de atención y de intereses. Recordamos mejor aquello en lo que nos fijamos. Enseño a los padres a educar «los gustos» de sus hijos. Al hacerlo estarán dirigiendo su atención, por ejemplo si lo desean, hacia la lectura y el estudio.
¿Qué opina de las técnicas de memorización utilizadas durante el franquismo?
Era un sistema desaconsejable de enseñanza que, sin embargo, tenía algún aspecto positivo. Memorizar los reyes godos no tenía ningún sentido pedagógico, como tampoco lo tiene correr sobre una cinta en un gimnasio. Pero a pesar de eso se entrena, en este último caso el cuerpo, y en el anterior la mente.
Al desdeñar la nada recomendable pedagogía franquista nos hemos pasado de frenada, y nos hemos cargado de un plumazo, la disciplina (que, si se basa en la autoridad del profesor y no en el poder de este, es altamente positiva), la cultura del esfuerzo y la caligrafía, que se ha reducido al mínimo, cuando en realidad hacer «buena letra», como explico en mis libros anteriores, nos posibilita una vida plena, estar la mayor parte de las veces de buen humor, y reduce la ansiedad. E incluso espero poder mostrar en una posterior investigación, este 2015, que se puede paliar mucho el TDAH.
¿Cuál sería su postura ante unos padres que afirman que su hijo no sirve para estudiar?
Que quizás ellos no sirvan para educar.
En mis más de treinta y seis años de profesión, he dado clases a más de 40.000 alumnos, y no me he encontrado nunca ninguno que no sirviera para estudiar. No conozco a ningún joven que no haya sido capaz de estudiarse la teoría para sacarse el carné de conducir. Si se exigiera la ESO para poder acceder al carné de conducir, casi no habría fracaso escolar.
Querer es poder: cuando al chico o la chica le apetece y le pone ganas, siempre lo consigue. Se trata de que lo vean como un proyecto ilusionante. No piensan en la prueba sino en las posibilidades que les abre conducir.
Debemos explicarles a nuestros hijos las oportunidades apasionantes que les abre aprender idiomas, una profesión con vocación o una carrera universitaria.
¿Existen personas de ciencias y personas de letras?
Existen personas que se lo creen. He enseñado matemáticas a más de 40.000 personas, el 90% de las cuales provenían del bachillerato social, del humanístico o de FP, y no me he encontrado nunca ninguno incapaz de aprenderlas. Pero la mayoría de ellos pensaban que no servían para las ciencias. Otro mito que destruyo en Genial Mente.
¿Qué se sabe del cerebro ahora que antes no se sabía?
Cuando tenía veinte años me dijeron que mi inteligencia había llegado a su cénit, y que a partir de entonces empezaba mi decadencia intelectual. Yo me desesperé… Hoy, dado que no he parado de estudiar y de reinventarme, soy mucho más inteligente que entonces.
Además se ha demostrado lo que el filósofo y psicólogo norteamericano William James ya intuía en el siglo XIX, que el cerebro es reversible y engañable, lo que permite educarlo de fuera hacia adentro, reeducando la voz, la postura corporal, la manera de respirar, etc.
También se sabe que memorizar grandes cantidades de información nos hace más creativos y talentosos, porque tenemos «recuerdos de futuro», que nos permiten imaginar proyectos, planificarlos, llevarlos a cabo e innovar. Y que la memoria mejora con el ejercicio físico, escribiendo a mano, relajándonos, o mejorando nuestros hábitos de sueño y de alimentación.
¿Cuáles cree que deberían ser las bases del nuevo sistema educativo teniendo en cuenta los descubrimientos neurológicos del siglo XXI?
Deberíamos fijarnos en cómo aprenden los niños pequeños, a quienes les encanta que papá o mamá les repitan exactamente el mismo cuento cada día. Que tienen una curiosidad extraordinaria, que siempre están rodeados de colores, y que lo aprenden todo jugando, es decir haciéndolo… Además, duermen de maravilla doce horas diarias. Un buen hábito de sueño es excelente para el aprendizaje.
Ahora en la Universidad se está implantando el Plan de Bolonia, que consiste en algo, al parecer tan moderno, de «aprender trabajando». Bolonia lo inventaron las autoescuelas. Se sienta el alumno al volante y el profesor es un mero acompañante. A nadie se le ocurre pretender enseñar a conducir con un Power Point. Entonces, ¿por qué muchos de mis compañeros utilizan el Power Point para enseñar en los colegios y en las universidades? Bolonia no consiste en mandar «trabajitos» a los estudiantes, que algunos se copiarán y que algunos de mis colegas tampoco corregirán, sino de hacer que el alumno aprenda trabajando, es decir haciéndolo.
¿Hay algún país cuyo sistema educativo España debería tomar como ejemplo?
Lo ignoro. Además es difícil importar un aspecto de una cultura sin importar la cultura entera. Hay amigos míos economistas que quedan fascinados con la flexibilidad del mercado laboral estadounidense, pero que se olvidan de que aquí las parejas quieren vivir al lado de «mamá», y que trasladarse de ciudad les resulta muy traumático. Nuestra cultura nos lleva a aspirar a comprarnos el piso y el coche, mientras que en Estados Unidos es más habitual alquilarlo todo, incluso los cubiertos o las sábanas. Para ellos cambiar de Estado en busca de empleo resulta natural. A los americanos les atrae mucho más el riesgo que a nosotros, por el que sentimos verdadera aversión (todo el mundo quiere un empleo estable, mucha gente aspira a ser funcionario, y son escasísimos los que desean ganarse la vida como empresarios). En definitiva, cada país tiene el sistema educativo que «se merece», es decir, que se adecúa a sus valores, manera de ser, etc.
De todos modos, a mí me sorprende la forma que tienen de estudiar los alumnos alemanes. No sé si el sistema educativo en general es bueno, pero la técnica de aprendizaje de los estudiantes alemanes que he conocido me gusta mucho. En el mundo anglosajón se trabajan muy bien las herramientas comunicativas, como la oratoria, a la que tan poco tiempo dedicamos en España. Cada sistema tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
¿Qué es más importante en la inteligencia: la genética, la perseverancia, la voluntad, la práctica o la educación recibida…?
Todo suma. Nuestra personalidad se compone de genética (el temperamento) y de cultura (el carácter). Dado que la inteligencia no nace sino que se hace, tenemos mucho recorrido educando el carácter. Existen maneras de ser triunfantes y maneras de ser fracasadas. Las personas educadas en el optimismo, la perseverancia o en la buena gestión de las emociones, al final son más inteligentes que las que en un determinado test CI obtuvieron una puntuación muy alta. La inteligencia consiste en tomar buenas decisiones en la vida, en tener buenas relaciones, en trabajar en proyectos ilusionantes, en conseguir los objetivos que nos hemos marcado. Hay gente aparentemente muy sabia que llevan existencias de auténtica desolación.
¿Cómo podemos desarrollar nuestro potencial y mejorar nuestras facultades y capacidades innatas?
Educándonos el gusto y las ganas, es decir educando nuestro inconsciente. Las ganas serán el motor y el gusto la brújula. Con ganas y gusto acabaremos haciendo cosas de valor. La felicidad tiene para mí cinco ámbitos: estar bien, sentirse bien, pasarlo bien, y las dos tal vez más importantes y olvidadas en nuestra sociedad de consumo y comodidad: hacerlo bien y hacer el bien.
¿Podemos rediseñar nuestro cerebro a cualquier edad?
Es la otra gran noticia que nos proporciona la neurología. Rotundamente sí. En el Instituto Kimmon tenemos alumnos y alumnas «seniors» que mejoran extraordinariamente sus fortalezas emocionales. La reserva cognitiva previene las enfermedades degenerativas de la memoria. Seguir estudiando de mayores, hacer ejercicio físico o aprender nuevas habilidades, es un gran rejuvenecedor neuronal.
¿Qué diferencia hay entre inteligencia y talento?
Talento significa etimológicamente dinero, es la inteligencia aplicada, es decir, llevada a la práctica y transmutada en valor. Por eso es tan importante descubrir nuestro don o dones, es decir, aquello que llevamos a cabo con suma facilidad, y alinearlo con nuestro valores, es decir, aquello que nos mueve interiormente y aquello que nos conmueve. Si lo conseguimos, estaremos desarrollando nuestro talento.
Afirma que se deben educar antes los hábitos que el razonamiento. ¿Podría explicármelo?
El premio Nobel de economía, el psicólogo Daniel Kahneman, en su libro Pensar rápido, pensar despacio lo explica muy bien. El neocórtex, sede fundamental de nuestro raciocinio, es eficaz pero va muy lento. Casi nunca lo usamos. Los ganglios basales, como descubrió el neurólogo Larry Squire, sede fundamental de los hábitos, son mucho más efectivos (son más veloces) y eficientes (gastan mucha menos energía cerebral).
Cuando aprendemos a conducir, lo hacemos con la corteza cerebral. Al principio, cuando estrenamos la «L» en el cristal trasero, tenemos que pensar dónde están ubicados los pedales y cómo proceder para cambiar de marchas. A menudo el motor se nos cala. Conducimos lento y de forma torpe. Cuando nos habituamos a conducir, guiamos el coche con los ganglios basales, lo hacemos sin pensar, y lo hacemos muchísimo mejor y probablemente con mucha más soltura.
¿En qué consiste el método Kimmon?
En reeducar el inconsciente, los hábitos mentales disfuncionales, a través del rediseño de la escritura. En reescribir nuestra memoria, eliminando creencias limitantes y complejos irracionales, mediante la autosugestión. Y en redirigir nuestra atención, mediante ejercicios escriturales de psicología positiva, para atender a lo bueno que hay en nuestra vida, en nuestro pasado o en los que nos rodean, en lugar de fijarnos en lo negativo o desagradable. En 15 minutos diarios durante nueve meses se consiguen sinergias excepcionales. En promedio, nuestros alumnos mejoran un 300% sus fortalezas mentales, como testimonian los miles que ya lo han probado, y como muestra el experimento científico que llevé a cabo para mi tesis doctoral.
¿Qué nos recomienda para no amargarnos la vida?
Leer dos de mis anteriores libros: Maravillosa Mente y, sobre todo, Emocional Mente. Es decir, aprender a reeducar nuestro inconsciente para cambiar nuestra manera de ser en aras de desarrollar nuestra Inteligencia Emocional. Aumentarán y mejorarán nuestras relaciones, nos tomaremos las cosas de una manera más positiva, aprenderemos a ponerle buena cara al mal tiempo, a acortar los inevitables duelos, a superar miedos infundados y paralizantes, y a emprender proyectos ilusionantes. Es muy difícil amargarse la vida si somos o aprendemos a ser así.
Entrevista publicada en la Revista Esfinge en junio 2015