Según se sabe en constelaciones familiares y en la práctica con el árbol transgeneracional, lo que una generación no expresa con lágrimas o palabras, lo expresará la siguiente generación con síntomas o desórdenes amorosos.

Así pues, lo que nuestros padres y abuelos callaron, silenciaron por miedo o vergüenza, es la clave del árbol. Por ejemplo, la infidelidad constante del abuelo y los hijos ilegítimos que tuvo con otras mujeres, pueden hacer que su nieta o nieto padezcan impotencia sexual o esterilidad.

Esto no es ninguna maldición, sino que lo que se calla, lo que se esconde necesita expresarse y, a veces, se transforma en enfermedades, que son programas inteligentes.

Somos menos libres de lo que creemos. A la hora de elegir pareja, por ejemplo, casi nunca nos enamoramos de quien nosotros creemos que queremos, sino de aquella persona que tiene una información afín a la de nuestro árbol familiar, información que lleva cada cual en su inconsciente. Sólo podremos ser libres si dejamos de repetir o reparar la historia de nuestros ancestros; si comprendemos los vínculos que se han tejido en nuestras familias, los excesos y secretos que buscan equilibrarse silenciosamente.

Anne Schützenberger en su precioso libro “Ay, mis ancestros” relata muchos casos interesantísimos de su propia experiencia clínica de décadas. Por ejemplo, el caso de una abuela que fue violada y su nieta padeció un accidente sexual en la misma fecha de aniversario de aquella violación que nunca expresó ni explicó a sus padres. Estas repeticiones y coincidencias no se pueden comprender más que con las hipótesis más avanzadas del campo mórfico o del campo cuántico, que sería el “depósito” de las experiencias familiares encargado de reproducir y buscar nuevas resonancias para restaurar los órdenes del amor. Que además funcionaría con números y eventos significativos.

La sanación sería entonces comprender por qué tenemos nuestros determinados estilos de pareja y qué función se está equilibrando dentro de nuestro propio clan. Pero jamás culpar o juzgar a los ancestros sino entender, honrar y superar la vida que pasó a través de ellos hasta nosotros.

Solemos constatar en consulta que casi todas las parejas presentan connotaciones inconscientes afectivas como, por ejemplo, la esposa que hace de madre del esposo; la chica que busca a su admirado hermano en otros chicos; el novio que busca a su madre en todas las mujeres, etc.

Esto ya fue advertido por Freud, aunque sigue ocurriendo… y nadie parece entenderlo o sanarlo. Son muy conocidos como “incestos simbólicos”. A veces es evidente o fácilmente detectable cuando aparece un novio y un padre de un mismo nombre o fecha de nacimiento.

Otras veces está muy oculto y descubrimos, por ejemplo, que el gran enamorado de nuestra bisabuela, tenía el nombre de Nicolás y ella fue obligada a casarse con Juan el hombre rico del pueblo. Entonces no nos sorprende cuando descubrimos que la nieta de esa triste mujer se enamora perdidamente de un hombre llamado Nicolás, al que confiesa ¡no amarlo ni desearlo! ¡Y quiere comprender por qué se siente atraída por él y por qué lo busca!

Otro ejemplo, como decimos, es cuando el marido nació el mismo día que el padre: se trata de un incesto simbólico inconsciente; ella se acuesta con su “padre”, en el llamado complejo de Electra, descrito por C.G. Jung. O cuando la esposa de un marido nació en la misma fecha que la madre: inconscientemente está casado con mamá, en un complejo de Edipo.

Sería interesante descubrir, sanar y honrar nuestros secretos familiares pues la tendencia a repetir es muy grande en la naturaleza. El denominador común que debemos buscar en estos secretos suele ser la vergüenza: algo que ha pasado en el clan y se mantiene escondido. Hay innumerables ejemplos que aparecen al realizar árboles transgeneracionales: suicidios, robos, incestos, herencias, abortos, hijos ilegítimos, secretos amantes… que influyen en nuestros conflictos de pareja.

Y es que, como saben los terapeutas, cuando dos se meten en la cama como mínimo se meten seis (el chico, la chica y los padres de ambos). Aunque, en realidad, somos muchos más en la cama puesto que todos llevamos a nuestra familia “encima”. La terapeuta François Tosquelles explica: “Curar a alguien sin tocar al conjunto de la familia, sin comprender las repeticiones transgeneracionales, no es hacer gran cosa en terapia. Sólo una mejora pasajera”.

Y tú, ¿qué piensas? ¿Cuántas personas se meten en tu cama?

Por Hector Gil